La movida madrileña supuso una tragedia. Una contrarrevolución de niños pijos que abortó la revolución generacional que en España se había estado demorando desde finales de los sesenta. A cambio de esto, las élites prepararon un proceso pilotado por unas élites económicas y políticas tal como se pretende en el actual marco del fin de los consensos tras el crack del 2008.
En lo que respecta al proceso que enmarca la movida madrileña se hizo necesario conectar de manera cosmética lo ocurrido en España con los movimientos generacionales europeos de aquellos años, el movimiento Punk. Estos nuevos líderes generacionales rápidamente se travistieron de una modernidad nihilista con toques de irreverencia, aunque el fondo de su mensaje era fundamentalmente reaccionario, el de los liberales-conservadores, con su axioma del lassez-faire lassez passer en lo económico y conservadurismo en lo social.
La movida madrileña en en fondo supuso un mensaje complaciente y conformista hacia las reformas de las élites gobernantes que se acometieron durante aquellos años en España. La llegada de estas expresiones individualistas superficiales e irreverentes funcionó como un espejismo libertad que pudo saciar de manera superficial las ansias de libertad de toda una generación.
En lo que respecta al proceso que enmarca la movida madrileña se hizo necesario conectar de manera cosmética lo ocurrido en España con los movimientos generacionales europeos de aquellos años, el movimiento Punk. Estos nuevos líderes generacionales rápidamente se travistieron de una modernidad nihilista con toques de irreverencia, aunque el fondo de su mensaje era fundamentalmente reaccionario, el de los liberales-conservadores, con su axioma del lassez-faire lassez passer en lo económico y conservadurismo en lo social.
La movida madrileña en en fondo supuso un mensaje complaciente y conformista hacia las reformas de las élites gobernantes que se acometieron durante aquellos años en España. La llegada de estas expresiones individualistas superficiales e irreverentes funcionó como un espejismo libertad que pudo saciar de manera superficial las ansias de libertad de toda una generación.
En España ya se había experimentado con la canalización de los movimiento generacionales durante la época franquista como ocurrió con la generación "ye-ye"1 . El resultado fue un éxito, una España en plena represión apenas tuvo respuesta a las reacción antiautoritaria del restos de países europeos, incluso en aquellos que también sufrían fuertes dictaduras, como la Checoslovaca.
La movida ha sido exaltada hasta la parodía durante estos últimos años y sin embargo se ha dejado fuera de foco el movimiento antiautoritario de los jóvenes vascos y que se asoció a lo que se ha denominado Rock Radical Vasco. Este movimiento antiaturitario de raíz punk triunfa frente a lo ocurrido en el resto de España fundamentalmente por dos razones. La primera, porque durante los años 60 la canalización de la generación ye-ye no surtió sus efectos ya que es durante estos años cuando aparece la izquierda abertxale en los ambientes universitarios2 . Y la segunda, el mayor desarrollo la primera reconversión industrial de finales de los setenta, con los altos hornos, tal como ocurrió en las cuencas industriales y mineras de la Inglerra de Margaret Tatcher.
España como el resto de Europa en aquellos años se encuentra sumida en una profunda depresión económica que había supuesto el crack del modelo capitalista liberal keynesiano. Este movimiento coincide con el desplome del Comunismo en Europa simbolizado por la caída del muro de Berlín y el fin del Pacto de Varsovia. Un periodo de profundos cambios estructurales que supone el inicio del desmonte de la Sociedad del Bienestar y el fin de los acuerdos financieros de Breton Woods, ambos fruto de los acuerdos tras la II Guerra Mundial. Una crisis larvada que se venía arrastrando desde la década anterior y que explota definitivamente con la crisis del Petroleo de 1974.
Son los años de la desmovilización política, el fin de la lucha de clases (nacimiento del posmaterilismo) o el fin de las ideologías políticas. Es el nacimiento de la cultura de consumo masivo así como el culto al dinero como única vía legitimadora. Un cambio en los paradigmas económicos y sociales en los que la rentabilidad económica es el mayor factor de fuerza frente a los funcionalidad o necesidades sociales incluso en la URSS de la Perestroika. En definitiva, supone la vuelta del liberalismo clásico, que anteriormente tuvo efectores tan devastadores: Crack del 29, Gran Depresión y la II Guerra Mundial.
La movida madrileña supuso una instrumentalización de este movimiento generacional de una forma fría y calculada. Con este movimiento se evitó un empoderamiento político de las clases medias y populares, que podría haber llevado a un proceso constituyente incontrolable, y que finalmente fue trasvasado a unas élites pactistas con la nueva aristocracia política: los partidos mayoritarios consagrados en la ley electoral. Con la entrada masiva de la heroína y el liderazgo de unos niños pijos iletrados, una suerte de lumpenoligarquía, se terminó de completar el proceso.
Que este movimiento generacional estuviera exento de carácter participativo en lo político es una obviedad que se muestra en el mensaje de las letras románticas y frívolas de sus grupos (Alaska y los Pegamoides, Los Secretos o Nacha Pop) que apostaban por la cultura del Carpe Diem. O los contenidos de los artistas de la Nueva figuración madrileña postmoderna impulsados por el Ministerio de Cultura (Barceló, Ugalde, Perez Villata, el Hortelano o Costus). Manolo García, líder de Los Burros, explica a la perfección lo ocurrido en aquellos años aunque personificado en la industria musical durante el documental Ochentéame Otra vez - Cuando Madrid se movía: Interesaba que en aquellos años los músicos estuvieran drogados todo el tiempo y que los anexos de los camerinos estuvieran repletos de gente para que reinara el caos. Mientras, el administrador económico, sobrio, hacía las cuentas en un lugar apartado para así hacer el "reparto" de manera más conveniente.
Esta serie de reportajes es una prueba más de esa instrumentalización política. Con ella se intenta exaltar la "cultura del consenso" de la Transición Española. Y con ella esta Constitución Española que se cae a pedazos. Un intento de legitimar el estado de las cosas y evitar así la puesta en marcha de una segunda transición que acabe con la III Restauración Borbónica. El fin de los abusos de la clase política y los privilegios de la oligarquía financiera y empresarial que quedan consagradas por la Constitución y el status quo.
Esta serie de reportajes es una prueba más de esa instrumentalización política. Con ella se intenta exaltar la "cultura del consenso" de la Transición Española. Y con ella esta Constitución Española que se cae a pedazos. Un intento de legitimar el estado de las cosas y evitar así la puesta en marcha de una segunda transición que acabe con la III Restauración Borbónica. El fin de los abusos de la clase política y los privilegios de la oligarquía financiera y empresarial que quedan consagradas por la Constitución y el status quo.
[1]En la convulsa Europa de los 60, el régimen franquista se encontraba en un periodo de expansión económica tras la apertura a Europa así como el desarrollo del Plan de Estabilización. Es lo que se denominó como el desarrollismo español. Un plan que había sido impulsado por los tenócratas del Opus Dei que por aquellos años controlaba el aparato político del franquismo.
[2]Y con ella un tipo de marxismo de inspiración maoista con claras referencias a la guerrilla latinoamericana. Consecuencia directa de esto será la aparición de Euskadi Ta Askatasuna (E.T.A).